MEJOR IMPOSIBLE (As Good As It Gets; James L. Brooks, 1997).
“Y si estás emocionado porque algún
chupapollas con el que sales ha sido elegido el primer presidente marica de los
Estados Unidos, y ha decidido llevarte a Camp David a celebrarlo, aun así ¡no
llames a esta puerta!”
Prepárese a disfrutar con
disertaciones como esta. Hay para todos y para todos los gustos, porque esta es
una cinta en la que brillan sobre todo los diálogos.
Con una tonadilla suave y alegre, como
de cine mudo, la banda sonora nos introduce en esta comedia que tiene todos los
ingredientes propios del género: humor, ternura, dolor, y algún que otro toque
profundo como contrapunto: Tú haces que
quiera ser mejor persona, dice él cuando ella le exige unas palabras que la
convenzan de que debe quedarse a su lado. Así comienza la transformación de Melvin Udall (Jack Nicholson),
un escritor de éxito de novela romántica, pero también un misántropo, un
maniático con trastorno obsesivo-compulsivo que parece vivir solo para amargar
a los demás ofendiendo a diestro y siniestro. Hasta que Carol (Helen Hunt),
camarera y madre soltera que lucha por salir adelante, logra con su humanidad
que Melvin comience a cambiar e interactúe con sensibilidad.
A estos personajes se suma un tercero,
Simon (Greg Kinnear), un
pintor homosexual más expuesto a la intemperie económica que su exitoso vecino Udall.
Y también su perro, Verdell, un
animal casi microscópico pero que cobrará la importancia de un cuarto
personaje, por ser el inicio de la metamorfosis de Melvin, y porque actúa
chupando cámara y robando planos. Como cuando camina como él, sin “pisar raya”,
o cuando se aplasta sobre el suelo hasta quedarse sin barbilla en su afán de
mostrarse sumiso al quedar bajo su tutela. Un bicho feo
y pringoso que nos recuerda a un insecto inmundo, pero capaz de robarnos el
corazón.
La
trama
El argumento nos muestra primero todas
las manías de Melvin: comer cada día en el mismo restaurante con cubiertos de
plástico, cerrar todo con un número determinado de vueltas de llave o lavarse
las manos después de tocar cualquier cosa que no sea él mismo. De esta manera
nos sumerge en la vida de este obsesivo-compulsivo hasta que llegamos a
empatizar con él, un loco solitario que, en medio de sus esfuerzos por decir
las cosas bien, exclamará: ¡Es agotador
hablar así! La trama, de gran agilidad narrativa, juntará a los tres personajes
en un viaje del que Melvin ya no volverá igual porque se convertirá en un “loco
enamorado”.
Brooks ha querido contarnos en esta
historia que incluso un misántropo es vulnerable a la ternura y al amor y que
puede cambiar, eso sí, tras un arduo y considerable trabajo consigo mismo. Y
Brooks lo hace con una trama ingeniosa que no decae nunca porque está llena de
gags: como el momento en que ella corre para subir al taxi con él y le grita ¡Melvin, espere!, y un grupo de
colegialas con el que se cruzan empiezan a corear la frase repetidamente hasta
que Melvin les pega un grito; o los CD que él lleva en el coche, ordenados por
temas, y que va poniendo según la situación lo requiere; o el comedero de Verdell
que Melvin prepara con sus mejores manjares y lo adorna con chuches.
Dirección,
guion, intérpretes
Una trama potenciada por un guion
inteligente que nace de la fusión del director
James L. Brooks con el guionista Mark Andrus logrando dos premios al mejor
guion original. Para Brooks llegó la fama con la comedia dramática al gusto de
Hollywood Terms of Endearment
(1983) y Andrus se consolidó al aportar el guión de otra comedia y reescribirla
junto a Brooks para Mejor Imposible.
De esta suerte nacen frases geniales,
como la que Melvin lanza a Carol cuando esta llega a su puerta para decirle que
no se acostará con él: Lo siento, pero
para los juramentos anti sexo no abrimos hasta las nueve. Incluso los
papeles breves reciben protagonismo gracias al guión. La señora de la limpieza
de Simon podía haber aparecido en la puerta de Udall con un simple ruego
de si podía hacerse cargo de Verdell por unos días, pero el guion le
pone en los labios una frase bañada en santidad, lo que hace que Melvin le
lance quizá el peor de sus insultos: ¿Quién
le enseñó a hablar así? ¿Algún marinero del bar Mete y Saca de Panamá City?
Jack Nicholson brilla en uno de esos
papeles que parecen creados especialmente para él y consigue su tercer Oscar,
su segundo de la mano de Brooks (¿Quién mejor que Nicholson para mostrar a un
loco divertido e ingenioso?). Helen Hunt nos enamora con esos gestos tan suyos
que son diálogos en sí mismos y consigue aquí su primer Oscar, y Greg Kinnear
recrea en la justa medida al encantador pintor homosexual, no demasiado
amanerado, pero con una sensibilidad extrema. El reparto, como ocurre a menudo,
estaba previsto para otros actores, pero Brooks se decidió finalmente por este
trio de ases, tan bien compenetrados que terminas por obviar la ficción (la
exageración propia del género) para
meterte en la pantalla y acabar riendo y llorando con ellos.
Notable también la participación de
Cuba Gooding Jr., una personalidad cinematográfica con sello propio que aquí
encaja tan bien.
Algún
punto suelto
Quizá la aceptación tan sumisa de un
niño de ocho años y la excesiva comprensión de la madre de Carol que cuida de
él mientras su hija recibe algún que otro ligue en casa, rechinan algo en esta
historia, pero ya se sabe que, para que un personaje o una historia sean
verosímiles, debe haber siempre algún detalle imperfecto. Igualmente, el hecho
de que una persona con tan odioso carácter escriba novelas románticas, hace
pensar en principio que son características demasiado opuestas para un mismo
personaje, pero el guion lo resuelve en el pequeño diálogo con la secretaria de
su editor que le pregunta admirada: ¿Cómo
logra describir tan bien a la mujer? Y él le contesta con la minuciosidad
de una respuesta meditada: Pienso en un
hombre y le elimino la sensatez y la
responsabilidad.
Banda
sonora y cartel
La banda sonora de Hans Zimmer,
titulada muy acertadamente Too much
reality, ameniza esta cinta con una música alegre y ligera, de fanfarria
suave, como si quisiera poner sorna a la historia. Y entre las canciones que
recrean las secuencias, aparece la oportuna melodía de Always look at the bright side of life, que Melvin toca al piano
tras haber devuelto el perro a su dueño. ¡Por
un perro, por un perro feo!, dice casi llorando mientras toca para levantar
el ánimo. Y es que está herido de muerte con la ternura y el amor y anda
perdido porque ya no puede ser el de antes.
La imagen del cartel no podía estar
mejor escogida: Melvin, con guantes de plástico, alza en el aire al perro como
si fuera un bebé y lo mira con cariño. Un indeseable con corazoncito.
La
cámara
Un pareo de la cámara que se iza desde
abajo agrandando el encuadre para mostrarnos a un Simon derrotado en medio de
todos sus bienes amenazados por la quiebra, nos dice sin palabras que o los
pierde o se va a llenar de deudas.
Excelente plano el de los peatones
caminando en una acera de Nueva York en el que solo se filman los pies y donde
se reconocen los de Melvin, queriendo evitar que le rocen y causando desastres
a su paso. Una magnífica estampa de Melvin en sociedad.
El montaje paralelo de las tomas de él
y ella haciendo el equipaje en sus casas, consigue acentuar sobremanera la
comicidad del orden maniático de él.
Tampoco necesita palabras el detalle
fugaz de la imagen del suelo del recibidor enladrillado con teselas que Melvin
cruza de un salto para no “pisar raya”. Otro buen recurso de la cámara.
A la gran soltura de la cámara, se
unen un excelente montaje a buen ritmo y una buena ambientación de interiores y
de vestuario.
Cierre
Una comedia perfecta, llena de
situaciones cómicas y diálogos inteligentes, ganadora de dos Oscar y tres
Globos de oro.
Si le ha gustado, puede que estas sean
también de su agrado: Cuando menos te lo esperas (Something’s Gotta Give, 2003); Se acabó el pastel (Heartburn, 1986); A propósito de Schmidt
(About Schmidt, 2002). Las tres
protagonizadas por Jack Nicholson.
Crítica elaborada per Emma Marzábal de la Biblioteca Josep Soler i Vidal (Gavà) en el marc del projecte Escriure de cinema. 04/07/2022
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