ESTÍMULOS VITALES - 03/05/2020





En medio de mi desánimo más profundo llamé a mi hermano el químico, pero fue ella quien se puso al teléfono y le conté los estragos de mi abatimiento. Me había sumido en una real depresión después de mi divorcio y mi cuñada me consoló como solo ella sabía hacerlo: escuchando. Luego dijo:

― Chata… ¿quieres volver?

Me quedé muda. Ella lo supo antes que yo. Quería volver. A mis raíces y a mi pasado. Y en una semana dejé atrás Holanda y catorce años de mi vida para comenzar de nuevo en Barcelona.
La Barcelona de entonces pasaba por una crisis económica y yo llegué con lo puesto, así que tuve que subsistir desde la mismísima base de la pirámide de Maslow. Pero estaba motivada. Florecí. Y el amor apareció de nuevo, en tres ocasiones más. Fueron tres historias que, junto a la de mi ex marido ya sumaban cuatro. Historias bonitas, pero ninguna la definitiva. Tras la cuarta relación fracasada me planté frente a mi hermano y le dije:

―¿Qué es lo que hago mal?

Me respondió como supuse, callando. Sólo sus ojos hablaron para decirme de nuevo que tu mejor consejero eres tú mismo. Y reflexioné. Me percaté de que yo no elegía nunca a mis parejas sino que dejaba que ellos me eligieran a mí. Eso no es garantía de nada. No es construir a partir de lo que tú quieres.

Su opinión era crucial para mí. Acudía siempre a él con mis conflictos porque tenía una simple pero eficaz filosofía de vida. Decía que en la vida todo se reduce a la satisfacción de hacer lo que tienes que hacer. Tuve que admitir que, eso, al menos, la simplificaba.

Un poco más allá en el tiempo, cuando era feliz conmigo misma, llegó el cáncer. Perdí el oremus otra vez, pero tuve suerte y lo superé. Y renacida me puse a estudiar una carrera. ¡A mis cincuenta y ocho!.. Pero a los dos años llegó el linfático, que fue mucho peor. ¿Por qué yo otra vez? ¿Por qué justo ahora que llevaba las riendas de mi vida? Esta vez nada ni nadie podía significar algo para mí. O eso creía. Recuerdo que me dijeron:

―Tiene usted un cáncer crónico que no se cura y solo se trata con quimioterapia.

¿Quién puede tener esperanzas tras esa sentencia? Pero me entregué al tratamiento y lo soporté todo, aunque sin saber por qué ni para quién. Entonces apareció otra persona que había permanecido en la retaguardia de mi existencia. Mi amiga de la infancia, la que duró a través del tiempo y las fronteras.
Me dijo:

―Tú puedes, tienes tesón y eres una luchadora nata. Siempre pensé que eras la más frágil pero la más resistente, la que lo superaba todo mientras las demás íbamos cayendo.

Y superé aquel bache y florecí de nuevo.

4 comentarios:

  1. Muy emotivo y a la vez que fuerza tienen estos "estímulos vitales". Me ha gustado.

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    1. ¿Sí? :):) Hay personas y momentos que no olvidas. Grandes personas que pasan por tu vida.

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