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DIÁLOGOS CON UNA FLOR - 29/04/2019



29/04/2019

Hola, Bienvenida. Qué bonita lucías bajo el cielo nublado. Te he visto pasar, primero por el parabrisas y luego por la ventanilla. Me has hecho parar el coche y bajar. De cerca todavía me has gustado más. Sorprendentemente luminosa. Tan pequeña y tan ostensible. ¡Qué bárbara! ¿Cómo lo haces para teñirte de ese amarillo intenso? ¡Parece que te hubieran pintado con un rotulador fluorescente recién estrenado! Es un día templado, blanco y dócil, como las nubes. Bienestar. Regocijo. Busco en la intimidad del matorral hasta encontrar la base de tu tallo, te quiero llevar con todas tus vitaminas y minerales. El tallo se ha truncado, limpio y fácil, cediendo a la simple presión de mis dedos. Nos hemos mirado. Tu atrevimiento me cohíbe. Te giro sobre tu eje y me iluminas la cara. Me fijo en que tienes una finísima línea gris marengo sutilmente colocada al final de cada pétalo, como si el Creador se hubiera olvidado de borrar los rastros de la delineación. Un remate muy elegante. Nos vamos juntas. 

La casa está fresquita. Ha venido Manoli y nos la ha dejado para estrenar. Salón a media luz, habitaciones diáfanas. Busco el jarrón individual. Te sumerjo en el agua templada. Resbalas en el cuello del florero hasta quedar colocada artísticamente. Te he dejado en un rincón del salón, el centro de gravedad de la casa. ¡Me gustas Bienvenida! 

¿Qué flor eres? Eres lo más parecido a un Diente de León. Te he hecho una foto cuando dormías. Todo está fresco, pero tú la que más.

Esta tarde me quedo contigo.

El crepúsculo se ha colado por nuestras ventanas. Ahora eres otra flor. Te has plegado como un parasol. ¿No te gusta esto? Te observo de cerca. Me descubres un secreto. La parte de atrás de tus pétalos es del color de los bordes. Por eso esa línea gris al otro lado. Ahora eres una flor bicolor. Me gustabas más antes, cuando no te escondías. 


30/04/2019

¡Hola, Bienvenida! ¡Te has vuelto a abrir! Por si acaso, te llevo al escritorio que tiene más luz. Sobre la mesa quedas más íntima. Te observo. Nunca he observado tanto una flor. He descubierto otro detalle. Los minúsculos pétalos del centro son canutillos y la fina línea de los bordes se convierte en círculos diminutos. ¡Qué bonito! Ahora veo que no es el reverso el que tiñe los bordes. Solo los últimos pétalos son así. Entonces, ¿por dónde empiezas a vestirte de gris marengo? Aquí, en el estudio, seguro que me encuentras casi todo el día. 

Te llevaría a una isla desierta junto con mi cuaderno y mi pluma. Eres igual de imprescindible. Te he hecho otra foto. Luego te he mirado con una lupa. ¡Otro descubrimiento! La delicada línea gris de los bordes ha resultado ser puntitos negros. Delicadeza extrema. Tienes un bichito en uno de los pétalos, todavía más diminuto, si cabe. Hoy tenemos sol. El verano nos está invitando, nos abre la ventana y nos pone una alfombra plácida para salir a verle. El aire huele a insectos. La luz es tremenda. Voy a ponerme a trabajar. No, primero me arreglaré el pelo. No sé verme con estas greñas. ¡Tú tan guapa y yo tan fea!

Estoy ausente cuando te miro, lo sé. Ha sido un día absorbente. Gimnasia, preparación del dossier para la editorial (me estreno), presentación de un tema en holandés (por tonta, nadie me lo había pedido) y deberes, deberes, deberes. Satisfecha. Mañana día libre. Mañana desayunaremos juntas.


01/05/2019

Estás todavía despeinada. Tus pétalos, así, medio cerrados, me recuerdan las plumas de un pájaro, de un tacto apergaminado que tiene el sonido de las enaguas. El tuyo debe ser más húmedo y menos recio. Pero no te toco. Te destrozaría. El tuyo solo lo imagino. Bebes mucha agua. Te pondré más. Estás palideciendo. Por favor, no te apagues. Ya sé que eres efímera. Todos lo somos. Solo que unos tardamos más que otros.

Te miro y me preocupas. Más cerrada, menos exuberante, los pétalos pierden simetría, se agolpan. El color oscuro del reverso gana terreno. Has palidecido al color de la vainilla. Fuera hace un tiempo exuberante. Eclosión de luz y de colores. Me siento bien. La vida hierbe afuera. Dentro estoy yo, en equilibrio. Satisfecha. Solo cuando te miro recuerdo mi fragilidad.

La tarde se crece y entra a decirnos que todo pasa. Estás en desorden, tu centro está apelotonado, y en tu contorno apenas cuatro pétalos que piden socorro, como dedos suplicantes. O eso me parece. No te quejes. La inmortalidad no existe para los seres vivos. Mírame a mí, también ajadita. Tú al menos naciste con una flor en el culo.

Mañana apenas nos veremos. Tengo exámenes todo el día. Vale, me has pillado. Es solo uno, pero dura todo el día. Vale, dura cuatro horas. Más tres de viaje. Mañana, pues, no creo que podamos vernos. Pórtate bien.


02/05/2019

Las 11:11 y todavía no te has abierto. ¿Te estás muriendo? Me tengo que ir. No quiero dejarte así. El examen. No puedo quedarme. ¿Y si te llevo conmigo? Tengo que irme. No pareces enferma, solo que no te abres. ¿Estarás aquí cuando vuelva? 


03/05/2019

Ayer pensé que estabas dormida. Hoy te he visto en la misma posición. Temo lo peor. Te saco del jarrón y noto el tallo seco y hueco. Estás completamente replegada en ti misma. Tres pétalos han quedado fuera del cáliz convertidos en hilos incoloros. Toco la corola, paso los dedos intentando abrirte. No eres más que un enredo desordenado. Tus pétalos se han consumido. No es justo que unos se vayan antes que otros. Deberíamos irnos todos juntos para no sentir pena de nadie. 

Te he metido en un sobre y te he llevado a la tierra. No me lo has dicho pero lo he entendido. Al parterre donde nos conocimos. La vida se regenera, la vida continua.

Tú ya no eras una flor, eras alguien en mi escritorio. Te echo de menos.


HÉROE SILENCIADO - 21/12/2015


      



Se hallaba en el hotel, hojeando el catálogo del Bletchley Park Museum, cuando se detuvo en la página veintiséis, ante la imagen de una escultura esculpida de una forma inusual, como en capas. Leyó en la descripción que se trataba de un monumento realizado en pizarra. Luego se fijó en el personaje, un hombre pulcro, esmerado, que se hallaba sentado frente a una extraña máquina. Era Alan Mathison Turing, OBE[i], considerado padre de la ciencia de la computación.

Arnau, en primer año de ingeniería informática, quedó inmediatamente interesado en saber más sobre él y buscó información adicional en Internet. Era un matemático y criptógrafo británico, convencido de que las máquinas podían ser inteligentes. Durante la Segunda Guerra Mundial, y tras arduos trabajos de investigación en la mansión que dio nombre al museo, logró descifrar las claves secretas nazis de la máquina Enigma. De esta forma los Aliados pudieron anticiparse a las actuaciones del enemigo, y en consecuencia, dicen, la guerra se acortó, al menos, dos años. El enigma de la estrategia nazi, con Turing, quedó resuelto. ¡Qué grande! ¿Por qué su heroicidad quedó ignorada tanto tiempo?

Cerró el ordenador y se estiró sobre la cama con el catálogo doblado sobre el pecho. Mañana visitaría sin falta el museo. Quería conocer de cerca el lugar donde trabajó en un proyecto de tal magnitud. ¿Te imaginas?, se dijo. Un informático precursor, pero también un hombre con un papel importantísimo en medio de un tremendo problema internacional. Debió sufrir tensiones indescriptibles, porque además, según había leído en otras fuentes, era homosexual, y en aquella época no estaba permitido ni tan solo mostrar esa inclinación. Inmerso mentalmente en lo que rodearía a Turing en tales momentos, imaginó algunos episodios de la Segunda Guerra Mundial: la Resistencia, los espías, los encuentros entre mandatarios de los distintos países… y la guerra, la guerra como telón de fondo para los altos cargos, pero tan próxima y tangible para los de a pie. Acortar la guerra dos años, significaría que muchos soldados salvarían el pellejo. Y no sólo eso, también se reducirían los espantosos estragos de una contienda armada en la que estuvieron implicadas tantas vidas humanas. Pensó en los millones de muertos, las familias desestructuradas, las torturas, la destrucción, las epidemias… ¡Tanto sufrimiento inútil acortado al menos dos años! Sin embargo, hasta que en el 2001 no se le dio un reconocimiento póstumo, éste héroe quedó silenciado.

Guardó el catálogo del museo en su mochila y se metió en la cama. Quería despertarse pronto. Si hoy había quedado impresionado con Turing, mañana esperaba colarse en su alma al respirar su entorno.



[i] OBE: Order of the British Empire, medalla otorgada a Turing en 1946 por su significativa aportación al Reino Unido.

STEAK AND KIDNEY PIE - 05/07/2015





       
- Podies tastar-lo en totes les novel·les britàniques d’Agatha Christie. Ariadne Oliver, l’escriptora protagonista, el trobava en els parties de beneficència, però ella preferia la merenga. El seu amic Poirot, al contrari, sempre estava disposat a anar al pub adequat a l’hora adequada per cruspir-se un bon tros de pastís de ronyons, mentre ella li proporcionava un nou misteri per a resoldre. 

L'Helena parlava del seu tema preferit: la novel.la negra. Era la més xerraire de las dues. 


- També se’ls empassaven els detectius dels llibres d’en Graham Greene -prosseguí- quan compartien el lunch amb altres sibarites del menjar, sempre al voltant d’un steak and kidney pie regat amb un bon vi. Era l’entorn indispensable per a aquells comentaris elaboradíssims que tenien els anglosaxons a taula, mentre prenien aquella delícia amb un bon “caldo”. Forma part de la gastronomia anglesa i per a mi forma part d’aquell regust que em deixaven aquelles històries...


S'havia esplaiat a gust amb lo del pastís de ronyons i la Bruna l’escoltava amb cert recel perquè se li regirava l’estomac en imaginar-se aquell menjar pesant i fet de vísceres.

- A mi m’espatllaria la novel·la aquest menjar horrible –va dir aixecant-se-. Una capbussada més?
- A mi no. A mi m’encantaven fins i tot amb kidney pie, sobre tot les d’en Graham Greene.
- Vens a l'aigua o no? -va repetir la Bruna.
- M’estimo més quedar-me al sol. Ja tinc els cabells mig eixuts.
- T'els hauries de tallar com jo - va contestar, i s'en va anar cap a l'aigua.

L'Helena es va incorporar per veure-la caminar sobre la sorra. Li quedava bé aquell cabell curt. A ella sí. Portava un lleuger toc vermell a les puntes, molt subtil, que al sol encara lluïa més.

L’endemà, pels vols de les nou, l'Helena va obrir la botiga com sempre. Va pujar la persiana amb cura fins que quedava completament darrera del rètol: RACÓ DE L’ANTIQUARI. No li havia agradat mai aquell nom. No feia per la qualitat de l’interior, però això no era cosa seva. Ella només era la decoradora, l'aparadorista, de fet.

De seguida va recordar que avui arribaven uns braçalets africans de marfil tallat i els havia de disposar a l’aparador. Àfrica, el continent oblidat, pensava, mentre encenia els llums i obria l’aire condicionat. La ment li va volar un altre cop cap a les novel·les. Primer a les d’en Hemingway, però no li agradava la part de les caceres i els seus pensaments van anar cap a una altra novel.la que descriu molt bé el continent: Memòries d’Àfrica. Els països africans tenien un atractiu especial per l'Helena, i Kènia en particular. Potser en una vida anterior voltava pel Kilimanjaro, jo, va pensar. Sempre havia elucubrat amb aquestes tonteries. Tal vegada era descendent dels Masai, al cap i a la fi era alta i prima, com ells. Quina tribu els Masai! Els recordava sempre corrent kilòmetres per les planes kenianes, silenciosos, elegants, gràcils. Allà també vivien els kikuyus. L’Emma, l’amiga negra de la mare, és kikuyu, li ho va dir l’última vegada que va venir de visita, l’estiu passat, quan...

- Bon dia, Helena, i la Bruna?
- Encara no ha arribat. Bon dia, Jaume.
- Quan arribi li dius que passi pel despatx.
- D’acord.

El Jaume era parc en paraules, no com ella que tenia rotllo per donar i vendre. Però ell era l’amo i ella entenia que els amos s’han de distanciar. Li havia semblat, però, que volia reprendre la Bruna per arribar tard i va decidir trucar-la pel mòbil. 


- Bruna?
- Soc la seva mare, qui ets?
- Soc... la seva companya, l’Helena. Què hi és la Bruna?
- Està malalta, Helena. Té una indigestió i ha estat vomitant tota la nit. Ara li he fet un aigua de farigola mentre arriba el metge perquè està fatal.
- Oh, què em sap greu! No serà pas per les escopinyes que varem consumir a la platja, oi?
- No, va ser ahir a la nit. Vam sopar salsitxes de Frankfurt, i va ser menjar-se-les i començar a trobar-se malament.
- Sap si ha trucat a la feina per avisar?
- Encara no, ara li demanaré el telèfon i trucaré.
- Si vol li passo amb el Jaume, estic a la botiga, jo.
- Ah, és clar, doncs sí, si ets tan amable...
- D’acord. Doni-li records de part meva i que es millori.

Li va passar al Jaume. Sabia el que pensaria el Jaume, que per un mareig de res no acudia a la feina, perquè en Jaume era rígid i poc tolerant, i la Bruna era delicada de mena. Al cap d’una estona el Jaume la va cridar per dir-li que la Bruna no vindria i que tingués cura tota sola de la botiga i els clients. “Quan vinguin els braçalets m’avises que ja els atendré jo”, va afegir.

El dia va transcórrer sense incidències ni imprevistos. Estava revisant l'inventari quan van arribar els braçalets i el Jaume va dir d'arranjar-los a l’aparador. Mentre ho feia pensava en la Bruna. Ostres! Unes salsitxes de Frankfurt, té nassos la cosa. Ahir parlant del pastís de ronyó i ara s’empatxa amb unes salsitxes. Se li va escapar un somriure.

Dimecres i la Bruna no ha tornat a la botiga. L'ha trucat al seu mòbil i res. Quan arribi a casa la trucarà al fix, pensa l'Helena preocupada.

Per fi ha parlat amb la Bruna. Està a l’hospital amb un còlic nefrític. Déu n’hi do, quin ensurt! Diu que va tenir vòmits i després un dolor intens al costat esquerra que baixava fins la bufeta. S’ha confirmat que té una pedra i veuran de trencar-la amb una litotrícia. L'Helena decideix anar a veure-la quan no hi siguin els pares, perquè la Bruna encara no ha sortit de l’armari, és increïble. Ja portem així tres anys!, es queixa l'Helena en veu alta.

Ha passat una setmana i la Bruna ja és a casa, i avui ha consentit que l’Helena l'anés a veure, al vespre. Quan ha arribat l'Helena ha conegut els seus pares i al germà. De seguida l’han acompanyat a l’habitació. La Bruna estava tan maca com sempre, una mica més prima i encara torrada pel sol. Quan estaven soles l'Helena ha decidit parlar-li seriosament. De la seva relació, però sobre tot d’ella mateixa. Li ha dit que la vida és una tria constant, que el preu de la llibertat és alt però gratificant i que ella es mereix ser lliure. Li ha estat parlant molta estona, posant exemples, recordant moments difícils i proposant trencar amb aquestes cadenes que la porten presa per sempre més. Llavors la Bruna, que sempre calla i escolta, li ha agafat la ma i li ha dit que els pares ja ho sabien. L'Helena es queda esmaperduda, no s'ho pot creure. És potser la primera vegada que es queda amb la boca oberta sense dir res.

- Quan he tornat de la clínica els hi he dit, i també que vindries. Ja ho saben, Helena.
- I... què t’han dit? -pregunta l'Helena amb els ulls com taronjes.

La Bruna fer un gest amb els ulls com dient que no havia estat fàcil. "Encara ho estan paint", va afegir només. La Bruna es tot el contrari que l'Helena. És introvertida, dòcil, tendre, callada. l'Helena havia deixat anar un ruixat de paraules i explicacions i ella només havia escoltat i assentit.  


- Has estat molt valenta, Bruna. T’ha costat força, però ho has aconseguit... amb força de voluntat! 


La Bruna es toca l’esquena pel cantó que li feia mal i diu somrient: 


- Doncs saps que et dic? Que m’ha costat un ronyó!