ENSAYO SOBRE LA CEGUERA, José Saramago

 

Cuando empiezo a leerlo y todavía no sé a dónde me quiere llevar y qué me quiere contar, el libro se me hace pesado por la monotonía del discurso y del tema.

Antes que nada quiero hablar de la narrativa porque me ha influido mucho en la lectura. Escrito en un directo libre, pero un directo libre a lo bestia, o sea constante, hace que la lectura sea muy agotadora porque no da tregua, no hay descanso para el lector. El discurso se convierte en algo compacto que refleja un pensamiento continuo. Y mira que a mí el directo libre me gusta, pero aquí lo utiliza en exceso. (El directo libre es un estilo narrativo que no abre los diálogos con guiones sino que los inserta en el discurso del narrador, separando las voces por comas y comenzando con mayúscula después de la coma para indicar que es otro el que está hablando). Por cuanto a la persistencia del tema, sin seguir ninguna historia y con pocos giros, supongo que está hecho exprofeso, para conseguir que el lector se sumerja en el desesperado y absurdo mundo de los ciegos repentinos y en la experiencia individual de cada uno frente a la ceguera. Pero repito, este tipo de narrativa monotemática, lleva al cansancio. Pasa como en La carretera (The Road), de Cormac Mccarthy, donde una experiencia apocalíptica te lleva durante todo el libro por el caminar de un mundo destruido y acabas tragando polvo con el protagonista, porque durante toda la novela no sales de él. Son retos para el escritor, pero también para el lector. El mismo autor ya lo acusa en la nota final: Uf! Acabou o Ensaio!! Un abrazo, José.

Dejando de lado este objetivo narrativo del autor, la idea me interesa, me interesa lo que cuenta y lo dibuja bien, aunque echo de menos una cosa: cuando la gente se va quedando ciega, ninguno de ellos alude a que no puede ser, no se quedará así, a que ha de ser pasajero.  Es lo primero que pensaría cualquier persona que ve y de repente no ve. Que a pesar de la gravedad y el susto, pasará, que volverá a ver. Me ha faltado algún comentario en este sentido. Luego sí lo hace. Quizá he sido impaciente. Al fin y al cabo Saramago es un Premio Nobel de Literatura.

Los personajes los describe bien, la reacción que tiene cada uno describe su personalidad, condición, estatus social. En la reacción de cada quién te das cuenta de si es el oftalmólogo, la puta o el ladrón, es decir, ha escogido personajes muy distintos para dar cabida al fenómeno en un amplio abanico de la sociedad. Las reflexiones, expresiones y la actuación de cada uno, describen bien al personaje, lo encuentro bien logrado. Sin embargo, te quedas poco interesado en ellos porque no te mete en sus vidas lo suficiente.

El autor quiere contarnos que, además de la sensación y percepción del todo y todas las cosas por una persona que no ve, la ceguera tiene muchas otras consecuencias. No ver repercute en un montón de limitaciones más allá de los ojos y en un cambio de percepción de las cosas al faltar la información que nos daban los ojos, como por ejemplo las proporciones de algo que se desconoce. Un grano en la cara, al repasarlo con el dedo sin estar frente al espejo, lo imaginas mucho más grande de lo que es. Esa percepción debe ser así en muchas cosas, al menos al principio. Luego imagino que los otros sentidos se agudizan y aprendes a concebir las cosas de otro modo y con otra magnitud. Y por encima de todo eso, percibes la gran dependencia del que no ve en un mundo de “videntes”.

También me interesa el hecho de que la ceguera la describe no como la completa oscuridad sino como una blancura espesa. La ceguera tiene colores. Nadie que ve bien sabe lo que un ciego ve, y el autor, aquí, lo explica para meternos en la percepción del ciego, sus sensaciones y emociones nuevas. Por ejemplo, cuando cuenta que se mira en el espejo y no se ve, pero sabe que se está mirando, pues es él mismo que se mira a él mismo en el espejo. O como por ejemplo meter en la maleta la ropa de su mujer creyendo que es la suya; o como cuando palpa con el tenedor los trozos de carne en el plato para comérselos; o bracea delante de sí mismo para comprobar si hay algo delante con lo que va a chocar. Un braceo que, más que una prevención, me parece un reclamo de libertad.

Me parece muy interesante el libro en su mensaje, en su proceso y en la reflexión digresiva del final por el mismo autor que nos habla del proceso narrativo. En esas notas escritas en los cuatro años que estuvo escribiendo el libro, encuentro muy interesante los altibajos por los que pasa para llevarlo a cabo. Normal en un escritor que haya momentos de sequera o de duda en su elaboración, en el crecimiento de la novela, donde te quedes sin inspiración o te cueste retomar la narrativa que tan ilusionado habías comenzado. Pero en este caso es un proceso doloroso muy intenso, porque el autor imagina varias tramas y las sopesa llegando a una elección final. Escoge por ejemplo que sea atemporal, que los ciegos fueran videntes que vayan perdiendo la vista y que haya uno que ve. Escoge no ponerles nombres (menos mal, se hubiera hecho un lío tremendo si hubiera tenido que poner nombres a toda la humanidad!), y en fin, acaba por determinar lo que será su novela, un proceso largo y de mucho trabajo para el autor que también lo será para el lector. Una pequeña obra de arte. Esto es lo que acabo diciendo, que aunque sea la novela que menos me ha atrapado en su discurso, me ha atrapado en su intención. La ceguera de la que nos habla no es la física, sino la del ser humano capaz de crear la crueldad.

Un fenómeno interesante esta ceguera epidémica que sufrimos. Me ha interesado, pero no puedo decir que me haya gustado. Sí que ha valido la pena leerlo, aunque no lo volvería a leer.

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