Cuando empiezo a leerlo y todavía
no sé a dónde me quiere llevar y qué me quiere contar, el libro se me hace pesado por la monotonía del discurso y del tema.
Dejando de lado este objetivo narrativo del autor, la idea me interesa,
me interesa lo que cuenta y lo dibuja bien, aunque echo de menos una cosa: cuando la gente se va quedando
ciega, ninguno de ellos alude a que no
puede ser, no se quedará así, a que ha de ser pasajero. Es lo primero que pensaría cualquier persona
que ve y de repente no ve. Que a pesar de la gravedad y el susto, pasará, que
volverá a ver. Me ha faltado algún comentario en este sentido. Luego sí lo
hace. Quizá he sido impaciente. Al fin y al cabo Saramago es un Premio Nobel de
Literatura.
Los personajes los describe bien,
la reacción que tiene cada uno describe su personalidad, condición, estatus
social. En la reacción de cada quién te
das cuenta de si es el oftalmólogo, la puta o el ladrón, es decir, ha escogido
personajes muy distintos para dar cabida al fenómeno en un amplio abanico de la
sociedad. Las reflexiones, expresiones y la actuación de cada uno, describen
bien al personaje, lo encuentro bien logrado. Sin embargo, te quedas poco interesado en ellos porque no te mete en
sus vidas lo suficiente.
El autor quiere contarnos que, además de la sensación y percepción del
todo y todas las cosas por una persona que no ve, la ceguera tiene muchas otras
consecuencias. No ver repercute en un montón de limitaciones más allá de
los ojos y en un cambio de percepción de las cosas al faltar la información que
nos daban los ojos, como por ejemplo las proporciones de algo que se desconoce.
Un grano en la cara, al repasarlo con el
dedo sin estar frente al espejo, lo imaginas mucho más grande de lo que es.
Esa percepción debe ser así en muchas cosas, al menos al principio. Luego
imagino que los otros sentidos se agudizan y aprendes a concebir las cosas de
otro modo y con otra magnitud. Y por encima de todo eso, percibes la gran
dependencia del que no ve en un mundo de “videntes”.
También me interesa el hecho de
que la ceguera la describe no como la
completa oscuridad sino como una blancura espesa. La ceguera tiene colores.
Nadie que ve bien sabe lo que un ciego ve, y el autor, aquí, lo explica para meternos en la percepción del ciego,
sus sensaciones y emociones nuevas. Por ejemplo, cuando cuenta que se mira
en el espejo y no se ve, pero sabe que se está mirando, pues es él mismo que se
mira a él mismo en el espejo. O como por ejemplo meter en la maleta la ropa de
su mujer creyendo que es la suya; o como cuando palpa con el tenedor los trozos
de carne en el plato para comérselos; o bracea
delante de sí mismo para comprobar si hay algo delante con lo que va a chocar.
Un braceo que, más que una prevención, me parece un reclamo de libertad.
Me parece muy interesante el libro en su mensaje, en su
proceso y en la reflexión digresiva del final por el mismo autor que nos habla
del proceso narrativo. En esas notas escritas en los cuatro años que estuvo
escribiendo el libro, encuentro muy interesante los altibajos por los que pasa
para llevarlo a cabo. Normal en un escritor que haya momentos de sequera o de
duda en su elaboración, en el crecimiento de la novela, donde te quedes sin
inspiración o te cueste retomar la narrativa que tan ilusionado habías
comenzado. Pero en este caso es un proceso doloroso muy intenso, porque el
autor imagina varias tramas y las sopesa llegando a una elección final. Escoge
por ejemplo que sea atemporal, que los ciegos fueran videntes que vayan
perdiendo la vista y que haya uno que ve. Escoge no ponerles nombres (menos
mal, se hubiera hecho un lío tremendo si hubiera tenido que poner nombres a
toda la humanidad!), y en fin, acaba por determinar lo que será su novela, un
proceso largo y de mucho trabajo para el autor que también lo será para el
lector. Una pequeña obra de arte. Esto es lo que acabo diciendo, que aunque sea
la novela que menos me ha atrapado en su discurso, me ha atrapado en su
intención. La ceguera de la que nos habla no es la física, sino la del ser
humano capaz de crear la crueldad.
Un fenómeno interesante esta ceguera epidémica que sufrimos.
Me ha interesado, pero no puedo decir que me haya gustado. Sí que ha valido la
pena leerlo, aunque no lo volvería a leer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario