He
estado pensando en todo lo que se dijo ayer en clase. Iban saliendo motivos de
bloqueo y yo iba descartándolos porque no eran mi caso. Entonces, ¿por qué mi
segunda novela se para cada dos por tres como un ascensor al que se le han
pulsado todos los timbres? Me paro porque tras escribir mi primer libro, que fluyó
bien y regular, he creído que escribir el siguiente sería coser y cantar. Si en
mi primer trabajo literario la historia ya estaba en mi cabeza y solo hacía
falta narrarla, escoger las escenas y ponerle un final —y eso ya fue un trabajo
colosal—, ahora creía que mi segunda historia saldría de la nada y que mi
imaginación me la iría dictando como si tal cosa. Y no, claro. Messi no aprendió
a darle así a la pelota después de su primer partido. ¡Qué ingenua he sido al
creer que yo sí podría! Sí, esa debe ser la piedra con la que tropiezo.
Creer
que un libro ya escribe el siguiente, es, posiblemente, una razón. La otra, quizás,
que me he puesto el listón muy alto. Sí,
porque aún me oigo decir: ¡Oh! ¡Si pudiera escribir como Nabokov!, capaz de
hacer sentir empatía por un pederasta… O como Graham Greene, que brilla tanto en
las novelas de espionaje como en las de humor, o las románticas, y siempre con
una prosa tan depurada; o Philippe Claudel y Roman Gary, que saben emocionar
con la pluma… Porque a mí me importa lo que me cuentan, pero aún más cómo me lo
cuentan.
Yo
había llegado a la conclusión de que me fallaba el qué, no el cómo. Qué contar.
El cómo, no me supone un problema. Es, si acaso, un esfuerzo que sufro a gusto.
Y cuando digo qué contar, no me refiero tanto a la premisa como a la trama. Sé
de lo que quiero hablar, pero tejer una historia alrededor de eso, es otro
cantar. Quiero escribir algo que valga la pena y bien construido. No sé si “perfección”
sería la etiqueta que mejor me encajaría. Creo que no. Aunque me compare y
tienda a imitar a los grandes, me quedaría satisfecha con un resultado menos
brillante, pero propio.
En
fin. Creer que un libro escribe otro y no
tener trama a la vista parecen ser los primeros obstáculos. Ponerse a
escribir sin saber muy bien el qué.
Una tercera razón puede que tenga que ver con mi bagaje de formación literaria. Le doy vueltas a la estructura para analizar si la radiografía del Mecano muestra todos los órganos en su lugar. ¿Pero, como los va a tener si todavía no se han formado? Mi novela es un feto en gestación en el que pretendo un parto prematuro. ¿Qué presión es esa? ¿Qué prisa tengo? ¿Y si resulta que mi novela requiere otra estructura y no quiere seguir esas pautas? ¿Y si resulta que estoy gestando un alienígena?
Alguien
me dijo anteayer que le había gustado mucho un texto autobiográfico mío y me
anima a que escriba sobre ello. ¡Ya he empezado! Escribiré las dos novelas en
paralelo. Puede que se alimenten mutuamente y deje de presionarme con “el libro
siguiente”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario