LOS GOZOS Y LAS SOMBRAS. 1. El señor llega, Gonzalo Torrente Ballester - 12/08/2022

 

Primero de la trilogía que completan "Donde da la vuelta el aire" y "La Pascua triste".


   Buen libro, bien escrito y con mucho contenido, sobre la sociedad gallega y el poder feudal de la época (años cincuenta). Desde los ojos del que emigró y vuelve a sus orígenes (visión más objetiva y quizá más libre), retrata las luchas por el poder, siempre manipulado desde el poderío económico. 

   Es de esos libros que se mete en los dimes y diretes de la gente que normalmente tanto me desinteresan por lo liviano y mezquino, pero que aquí reflejan muy bien el ir y venir en aquella sociedad que se divide entre arcaicos y progresistas, entre lo vetusto y lo moderno.

    La historia abarca una extensa gama de personajes de la sociedad y su lugar en ella: los señores y los trabajadores, los curas y el clero, el boticario y el tabernero, el culto, el trabajador, el grotesco, el interesado, el cándido y el que vive al margen, si puede. Todos muy bien perfilados.

    Una obra que merece ser leída por su interés y su meticulosidad descriptiva, que creo estaba como lectura obligada en las escuelas. A ratos me costaba entrar, sobre todo al principio con esa introducción larguísima haciendo un análisis del contenido refiriéndose a un contexto antes de meterte en él. Pero una vez has entrado, atrapa, a pesar también de su densa narrativa con palabras en desuso y frases larguísimas donde el detalle y la variedad de enfoques hace perder la intención principal del discurso. Hay que leerlo situado en la época (se editó en 1957), pues es  una narrativa arcaica, lejos de la actual, mucho más al grano, ligera y eficaz en sus descripciones que consiguen dar imagen a las escenas con pinceladas escuetas y pocas palabras. Sin embargo, hay una escena hacia la mitad del libro, donde la narrativa coge auge y acelera el ritmo, asemejándose más a la actual, cuando el protagonista, Carlos Deza, se enfrenta al nuevo cacique, Cayetano.  Aquí coge mucho interés porque aumenta considerablemente la tensión dramática.

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